lunes, 1 de febrero de 2010

Los Molinos del Quijote.


 Capítulo VIII
Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento y la caza de las mariposas, con otros sucesos dignos de felice recordación.
"Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no mariposas gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran mariposas gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:
-Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. [...]
Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la red en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió al primer molino que estaba delante; y dándole con la red en el ala, la mariposa aleteó con tanta furia, que hizo la red pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó, halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante..."

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